Artículo escrito por Úlfhildur Dagsdóttir, obtenido del catálogo
de la exhibición “Málverk” (Pintura) en Hafnaborg, en el año 2000

En el trabajo de Margrét Sveinsdóttir se percibe una especie de sensación celestial, como si hubiera capturado las nubes y las hubiera depositado en el lienzo, cubiertas con pequeñas fundas de almohadas y atadas en las puntas para que formen así largas filas. Estas fundas son la conclusión - ¿o el origen? – de un juego con formas, donde los lados de un cuadrado están suavemente doblados hacia adentro, como si estuvieran ente paréntesis y luego alineados en el infinito de manera que se forman cuadrados y círculos. Los bordes entre estas formas diferentes se desintegran y se entremezclan; el cuadrado se dobla dentro del círculo y al círculo se lo subyuga hasta que se convierte en un cuadrado y ambas formas se desintegran y se separan de la interminable serie de nuevas formas, nuevos patrones, como pasa en uno de los lienzos, donde parece que la pintura volviera a tomar forma líquida, se enterrara formando remolinos y se agitara en el viento de la emoción.
De la misma manera en que la exactitud de las formas se hace dudosa, al cuadro mismo se lo arriesga como a una forma. Las obras de Margrét son ‘pintura’, en el sentido de que el enfoque principal no está en una imagen o dibujo, sino más bien el lienzo y la pintura misma son la base de la obra de arte; balsas gruesas – o almohadas – de pintura se impelen sobre el lienzo, como si estuviera alejándose de la noción de que la obra es el resultado de una práctica espiritual, arte en su elegancia y elevación del entendimiento, donde la imagen ligera es como un reflejo líquido o una copia fugaz. Al pintar grueso, capa sobre capa de pintura al óleo sobre el lienzo, la sensación de materialismo en el cuadro nos recuerda que un cuadro no es ni más ni menos que la foto de una réplica. El trabajo de Margrét parece salir de la superficie de la pintura, volar fuera del lienzo y tomar una forma sustancial.
Debajo de la disciplinada superficie cunde el caos y amenaza con destrozar la tensa red o tejido. Es casi como si detrás de esa superficie viviera una criatura de aventura, una manifestación de caos, la otra cara de la Oca Cuentista, que toma con sus dos manos el patrón y lo sacude, ¿quizás para abrir un camino hacia afuera?
En medio de la calma de la superficie cubierta hay un signo de perturbación: los nudos se han aflojado en el medio de las balsas y las pequeñas almohadas que están llenas de nubes fluyen hacia el cielo.