Crítica de Bragi Ásgeirsson publicada en 1998 en el periódico
Morgunbladid, el más importante de Islandia.

Dentro de las obras hay un nombre simbólico en esta exhibición de Margrét Sveinsdóttir, porque sus cuadros son pura y simplemente cuadros. Dado que sus lienzos son macizos y de gran tamaño, ella se ha convertido en una artista singular entre los pintores de su generación. Sus cuadros, si uno mira bien de cerca, son a veces monotónicos aun cuando el color posee abundante variedades y matices. A veces ella abre la superficie para permitir que el observador sienta que detrás de las capas hay una oleaje de energía primordial, pero esto está hecho solamente para crear vida en el dibujo plano y a veces es claramente una pintura pura y simplemente estructural, o un orden en el caos. Hay muy pocos pintores que son tan directos como lo es el trabajo de Margrét; todo el proceso de trabajo es llamado a menudo “peinture pura”, la pintura pura y total que se ha liberado de todas las características externas, de manera que incluso la geometría y el arte informal se convierten  al mismo tiempo en una realidad material.

No hay nada nuevo en cuadros, en arte, sin embargo, siempre será nuevo si el creador tiene algo que decir desde su corazón, como un buen cuadro siempre es nuevo si lleva la frescura de la experiencia, sin importar cómo y qué se pintó, o si el arte “está” en el ahora.