Reseña de Halldór Björn Runólfsson publicada en abril de 2000 en Morgunbladid,
el periódico más importante de Islandia.

Blanco sobre blanco
Margrét Sveinsdóttir construye sus pinturas monótonas sobre patrones de orden de tal manera que el resultado se convierte en una ilusión óptica.
Los cuadrados que conforman el ordenado patrón están hechos de manera tal que entre medio de ellos podemos ver la forma de una flor de cuatro hojas. Cuando se observa la exhibición, los estos tipos de patrones confunden al ojo y uno no está seguro de lo que hay en la base de los cuadros. Le toma un poco de tiempo a los ojos poder ajustarse a lo que perciben.
Margrét cuenta con una larga tradición de obras de un blanco monótono. En 1918, el pintor ruso Kasimir Malevich llegó al último destino de la pintura cuando pintó blanco sobre blanco. Estas obras fueron la conclusión de un concepto que el artista llamó “suprematismo”, y mostraba que las obras de arte monótonas estaban muy lejos de ser monotónicas. Sin embargo, muy pocos siguieron el ejemplo de Malevich, por lo menos en un principio.
El persistente constructivista Alexander Rodchenko experimentó con pinturas monotónicas pero estaban muy lejos de ser blancas.
No fue sino hasta los años 60 con el trabajo del italiano Piero Manzoni y los estadounidenses Robert Rauschenber y Robert Ryman que la idea de obras de arte blancas volvieron a tomar vida en las mentes de los artistas. El blanco era el color de los colores y era como una respuesta al constante colorido al que los entusiastas del arte se habían acostumbrado desde la Segunda Guerra Mundial. El pintor italiano Lucio Fontana no sólo redujo su combinación de colores a uno solo, sino que también rasgó el lienzo como si quisiera alcanzar o llegar más allá de la obra. Los italianos se adjudicaron otro artista más que apreciaba el color blanco: Cy Twombly. Este artista, estadounidense de nacimiento, se asentó en Italia y tuvo un papel activo en el desarrollo de la escena artística en ese lugar en los años 90.
En los Estados Unidos, Japser Johns pintó cuadros del alfabeto con color blanco en lienzos blancos.
Ahora, cuarenta años después, ellos aún demuestran ser irresistibles. Con esta tradición detrás de ella, Margrét ha encontrado una manera fascinante de expandir la ecuación de las obras de arte sin color. Aunque sus obras son de gran tamaño, algunas incluso gigantes, aun transmiten la magia que sólo la sencillez puede producir.
Cuando ya se ha experimentado con todos los colores y se obtuvo diferentes resultados, el sol del color blanco está por amanecer. El juego con el matiz en el trabajo de Margrét demuestra que uno puede florecer a pesar de la falta de colores.